Reflexiones de 3 segundos

Una de las cosas más impresionantes de la vida es esa sensación de encontrarnos delante de algo a lo que creemos que nadie se ha enfrentado jamás. Tomar aquella decisión cuyas repercusiones nadie ha comprobado nunca. La adrenalina en estado puro que nos eleva de súbito para ver el mundo a vista de pájaro. Paisaje virgen en forma de ideas. La certeza de que si caemos de un golpe, nadie nos levantará, pues somos testigos únicos. Y que más da si morimos en el intento, morir era lo único marcado en el camino.

All you need is love


Al futbolista hormonado que me ayudaba en matemáticas
Al alto, moreno, y poco sensato hijo de la panadera
Al artista polifacético con el que escribía versos en la playa
Al diplomático que apoyó mi irracionalidad a toda costa
Al estudiante de cirujía que sólo a mi me caía bien
Al sosegado e implacable rey del cinismo
Al botones rubio, alto y guapo que sólo era rubio, alto y guapo

A todos aquellos que perduraron algún tiempo en mi vida y memoria y a aquellos otros a los que algún mecanismo cerebral me ha hecho olvidar (mentira, me daba pereza alargar la lista), gracias por compartir conmigo todos los recursos físicos y psíquicos que sostienen una relación, y que me han ayudado a elaborar algunas humildes teorías para avanzar con confianza y, sobre todo, vivir aprendiendo:

In sex we trust. Amén.

Despotismo

Te comportaste como si fueras la única persona sobre la Tierra, como si tu aprobación fuera la única importante para todo. Nunca invertiste tiempo en meditar si estabas hiriendo a alguien, y lo peor, no te molestaste en comprobar si alguien te necesitaba. No miraste atrás, nunca tendiste la mano. Naturalmente el mundo entero decidió odiarte, naturalmente yo decidí acostarme contigo; me gusta la subversión, sobre todo de ojos oscuros.

Amores aventurados

-¿Por qué estamos aquí?

-Se me ocurren algunas razones.

-Que pronuncies esa frase mirándome al escote dejó de tener gracia hace meses.

-Sí, debería reinventarme.

Cuando un tren se va


Cuando llegué a la estación la ví, y no pude evitar que me temblaran las piernas. Ella se abrió paso entre la gente con su soltura innata, con un aura divina, de esas sobre los que tanto escriben los escritores cuando les gustaría acostarse con sus personajes.


Estaba sentada en el banco, y por un momento parecía tan cerca, que incluso podriamos habernos mirado a los ojos. Sin embargo la perdí de vista cuando el primero de los trenes llegó. No sé a donde fue; juraría que tardó décimas de segundos en desaparecer. Todos los presentes miramos hacia abajo con apatía, una vez más, la felicidad había pasado de largo.

Alguna gente lista

- La gente debería saber que enamorarse de alguien es lo peor que puede hacer.
- Vaya, eres de las mías, bienvenida al club.
- ¿De la gente práctica?
- De los gilipollas.

Fetuccini para dos

-Deberías probar estos fetuccini al pesto, están de muerte- sugiere Tina mientras apunta a Victoria con el tenedor-. Lo que te decía, si yo me acostara con una tía, no podría considerarlo follar- mastica la pasta lentamente-. Todo sería más tierno e inocente, no es tan animal como follar, ya me entiendes- termina de sentenciar mientras se acomoda el vestido de raso.

-Sí, te entiendo. Espera, tienes algo ahí- señala Victoria inclinando su copa de vino hacia Tina.

- Mierda ¿Tengo algo entre los dientes, no?

-No, en el lóbulo frontal; tranquila, seguramente tenga solución.

Sobre Torremolinos y las oportunidades perdidas

Daba vueltas somnoliento sobre su colchón de latex cuando un impulso seco de felicidad se le coló en las costillas erizándole la piel. Contra la pared latía un viejo cd de The Police a cuyas letras había asignado imágenes aleatorias de Seattle que ahora brillaban delirantes al ritmo del saxo. ¿Era posible que aquella mujer existiera? No era una pregunta retórica; ella existía. Sabía que ella también soñaba con ingresar en la escuela de actores, y empezar algún día una gira en Argentina.


Ambos tenían abuelos comunistas a quienes les gustaba escuchar durantes horas. En el trabajo, donde compartían planta, habían comprobado que también compartían sueños descabellados e incluso absurdos para todos los demás. Sin embargo lo que a él le cautivó de forma inminente fue encontrarla en su videoclub. Sonrió al recordar cómo en el pasillo de clásicos, ella le apuntó con su película de Hitchcock y le dijo que dejara de seguirla.

Les brillaban aturdidos los ojos, como el destello de dos espejos al encontrarse. Además de todo aquello, compartían timidez, y esa atractiva mueca de cinismo que los mantenía callados aún cuando podrían comerse hasta el alma.

Cuando una mañana, una mirada opaca y perdida acompañaba a nuestro fan de Sting al trabajo, una secretaria delgaducha en cuya presencia apenas había reparado desde que entró en la empresa, se acercó a preguntarle qué le pasaba, lo miró a los ojos, y mientras le tomaba la mano, comenzó el discurso más empático que nuestro protagonista había oído en su vida. Dos meses más tarde, seguían tomados de la mano en el tren de regreso a casa. Sus vidas estaban extrañamente complementadas pese a que la secteraria era fan de Bustamente, soñaba con una luna de miel en París, y su plan más descabellado contemplaba pasar las vacaciones con aquel agente de publicidad de mirada perdida en Torremolinos.

¿Que fue de la fan de Hitchcock? Reflexiona sobre la importancia de llegar a los lugares y a las personas a tiempo, entre los brazos musculados del jefe de ventas, exnovio de la secretaria empática y fan absoluto de José Tomás.

Mala prensa II

Ahora que tengo acceso a todos los periódicos del mundo, y medios para aprender a informar, no hago más que redactar noticias sobre la muerte del periodismo impreso.
Si fuera posible, me miraría a mi misma con cara de: "pero qué rarita es esta tía", como no es posible, me dedico a la autocomplacencia.

El vacío y el chocolate

El chino al que compro tabletas de chocolate siempre me cobra con cara de pena. A veces intuyo que quiere decirme algo. Creo que me mira así porque nota que entro a la tienda con el pijama debajo del chandal y 2 ríos de rimmel surcándome la cara.
Pero dime amigo chino, qué puedo hacer cuando no me siento nada valiente un domingo a las 7. Si tú también estas solo, vacío y triste, no es necesario que me lo digas; no por ser dos cobardes unidos vamos a solucionarnos la vida.

Hacerlo

Voy a hacerlo, y lo haré como siempre lo he hecho, a mi manera.

Me apago a la velocidad de la luz

¿Será bueno o será malo echar de menos el aburrimiento? Necesitarlo y desearlo de manera sobrehumana.

Me falta algo para llegar viva al domingo, a lo mejor Fósforo. Me gustaría tener mi vida social y mi tiempo libre de vuelta.

A falta de todo, lo que convierte a un día en imprescindible es coincidir con Lucía Extebarria en la panadería

Lo demás son meras comparsas.

También me gustaría volver a tener mi capacidad de hablar coherentemente de vuelta.