Manuales femeninos para todo

"Primero, aplicamos el labial irregularmente con la yema de los dedos hasta conseguir el efecto labio mordido, luego, aplicamos el gloss ultra brillante; en estos momentos, tendremos asegurados unos labios de infarto". Terminó la sección de belleza, recorrió las 4 páginas de firmas de ropa italiana que faltaban para llegar a la sección de psicología. "Está comprobado que es mejor invertir en experiencias que en cosas materiales; cuando compramos una bonita prenda de ropa, la olvidamos a la semana siguiente y entonces volvemos a sentirnos vacías, en cambio, si lo que compramos son unas vacaciones en la costa francesa, recordarlas nos hará sonreír toda la vida". Sin terminar de leerla y vencida por el sueño, cerró finalmente la revista cuya portada rezaba "Cómo hacerlo feliz en la cama, las 10 pautas definitivas" y la dejó en la mesilla de noche, junto a la crema de manos. Antes de girarse para apagar la luz, observó pensativa a su marido dormido en el otro lado de la cama, sonrío aliviada; menos mal que la felicidad no había llegado a su matrimonio, porque para enfrentarse a ella sí que no tenía manuales.

Mala prensa


De algún modo, la imagen de quince personas redactando noticias amanezadas por el cronómetro de una profesora es singular, pero al fin y al cabo, una imagen de la que alguna vez deseé formar parte.

Por supuesto, ya me quejaré cuando vengan los exámenes, que para eso tengo blog.

Metro de Madrid

Lo pensé cuando echaba un vistazo a las maletas desde la cama, a punto de apagar la luz. No se en qué momento me enganché a la constante de aterrizar en nuevos horizontes y perderme entre trayectos y desconocidos. Pero algo sube a mis maletas a las aviones; en lugares nuevos, con amigos lejos, se alcanza algunas veces ese punto crítico donde no hay nada a lo que aferrarse salvo a una misma. En ese momento en que tú eres tu bote salvavidas, allí aprendes a saludar al miedo cada día sin agachar la cabeza.

Ya no tengo miedo a perderme en el metro, será porque todavía me equivoco día si y día también.

Relaciones abiertas II (mejor que el opio)

-Siempre hacemos esto, sentarnos en este café para hablar de cómo el mundo se va a pique.
-Sí, es lo que hacemos. ¿Te aburre? Alguna vez podríamos intercalar los dramas con cosas bonitas; noticias de nacimientos, rebajas en Zara, no sé, lo que hace la gente.
-Mi familia es pequeña, y no hay rebajas hasta febrero. Además no se me ocurren cosas bonitas en cafés decadentes, míranos; estamos rodeados de fumadores de opio con gafas de Lennon.
-A mí tampoco se me ocurre nada. Deberíamos ser pareja.
-Siento decepcionarte, pero no puedo prometerme a alguien más pesimista que yo, resulta que tengo pánico a esas historias de amor y locura donde los protagonistas se suicidan juntos.
- Creo que para eso te traigo aquí.
-¿Para que termine odiando mi vida entre capuccinos?
-No, es simplemente que la incertidumbre te sienta bien. Te has levantado en mi cama muchas veces, y nunca pides arsénico, es más, diría que sonríes.
-Eso es sólo casualidad, a veces tengo oleadas de pánico a ser feliz, por eso me acuesto contigo.
-Lo sé, a mi también me tranquiliza.

Ruido impersonal.

Dejó su ostentoso teléfono móvil sobre la barra, y pidió un café cargado. Encendió el cigarrillo mientras esperaba. Colocó al lado de sus piernas el bolso más vendido las pasadas navidades, cuyo contenido dejaba entrever: tabaco, un carísimo brillo de labios, y uno de esos llaveros que tal vez fuera bonito en los 90. Me habló de todas aquellas personas a las que odiaba por vestir o actuar de determinada manera. En definitiva me habló de lo equivocados que estaban los demás siendo ellos mismos. Me dijo que yo parecía diferente. Yo asentí mirándola a los ojos, mientras sólo oía ruido.

Creo en septiembre

A partir de hoy, las librerías, con acopio de nuevas y viejas editoriales, surtirán las cortas tardes de novelas a granel. Se derramará en los mostradores un arcoiris de agendas juveniles con todo un calendario de días a estrenar. Todos los libros adquirirán ese olor característico de vuelta a empezar. De camino a casa, la lluvia nos sorprenderá sin paraguas, y mientras apresuramos los pasos la melancolía saltará a nuestro encuentro bajo un cielo plomizo. Septiembre empieza hoy, y soy condenadamente feliz por ello.