Vivo, porque algo habrá que hacer en la vida.


Tu vida, por defecto, es sólo un corazón bombeando sangre. Así, imaginé que el cerebro es una pequeña habitación a amueblar, donde la única certeza es que un día se apagará para siempre.

Contrariamente a lo que parece, casi todas mis decisiones están tomadas en función de si me aceleran o no las pulsaciones, si he soñado con ellas o incluso si pensé que eran las mejores cuando tenía 7 años. Creo que esta confianza ciega en la intuición responde, paradójicamente, a mi visión carente de ensoñación y desdramatizada de la vida: nacer, crecer, y morir. Por eso, ya que estoy en la vida, y ya que de por sí ésta me parece simple, cruel y mecánica, supongo que en algún momento habrá que darle movimiento a todo este original y poco predecible (nótese la ironía) ciclo vital que repetimos millones de humanos cada día.

Todo esto viene a colación de algo que me dijo alguien decididamente soñador hace poco: "Eres la primera persona pesimista que conozco que parece vivir feliz".

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